Este siniestro tiroteo ha sido pionero e inspirador de otras tantas historias con armas, adolescentes y colegios en un país en donde en Navidad se regalan pistolas por peluches. La trascendencia de la historia y su canción supuso un punto de inflexión en conscientes y subconscientes, pero no queda claro si para hacer del error un espacio de aprendizaje o para crear una triste sugerencia a imitadores.
La fría mañana del lunes 29 de enero de 1979, Brenda despertó de la rutina para fabricar un infierno. Nada calculado ni premeditado, simplemente inspirado por la desidia de un lunes cualquiera. A primera hora de la mañana Brenda se parapetó en la ventana de su salón con vistas directas a la escuela primaria Grover Cleveland, (su propia escuela), y lanzar un ataque sin trama ni proyecto. Ráfagas de apatía para despertar los flujos de adrenalina. Al otro lado de la calle, un colegio recién abierto recibía manadas de niños mezcladas con balas sin dueño ni destino.
En ese momento sólo dos adultos se encontraban a las puertas de la escuela. Las dos únicas víctimas mortales: el director Burton Wragg y el celador Mike Suchar. Ambos comenzaron, entre empujones y gritos, la evacuación apresurada desde las posibles trayectorias. Uno de los primeros heridos fue Chris Stanley, un niño de 9 años traumatizado de por vida que perdió un trozo de corazón pero salvó la existencia al librarse de los disparos que absorbió Wragg con su cuerpo al socorrerle. Michel Suchar, el celador, murió en su intento de proteger a su jefe Wragg. Cadena de favores jerarquizados para un desenlace digno de trincheras.
El tiroteo duró más de 6 horas, hasta que Brenda termino con la munición que acompañaba ‘su’ regalo de navidad. El despliegue policial abusó de medios y careció de efectividad ya que ocho alumnos y un policía fueron damnificados físicamente y toda una comunidad conmocionada por la abulia de la adolescente.
Tras la captura, las primeras y únicas declaraciones de una indulgente Brenda fueron:
“No me gustan los lunes. Sólo lo hice para animarme el día. No tengo ninguna razón más, sólo fue por divertirme. Me gustan el rojo y el azul de las chaquetas de los alumnos, vi a los niños como patos que andaban por una charca y un rebaño de vacas rodeándolos. Eran blancos fáciles.”
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